lunes, 18 de enero de 2010

El hombre-masa

Sobre nuestras cabezas se cierne endemicamente el mal de nuestros días. No me refiero a la especulación, al capitalismo, los sistemas judiciales deficientes, el hambre, el terrorismo.
Estas amenazas son efectos de sistemas corruptos y desfasados. Como efectos, son susceptibles de ser enmendado, si se resolviera el auténtico desastre de nuestros días. La parsimonia, el desdén, la desidia del hombre actual.
Somos increíblemente, la población más enriquecida técnica, económica y científicamente que ha habitado la tierra. Tenemos a nuestro alcance un sin fin de posibilidades, pero aun así, no somos capaces de motivarnos con nada. Dicen las estadísticas de la OMS que la enfermedad de nuestra época es la depresión. Es decir, la paradoja de tenerlo todo y nada. Es lo que Ortega y Gasset llamó el hombre-masa, individuos que se creen con la sabiduría en su poder, que viven en una sociedad que les facilita todo lo que deseen, no acostumbrados al verdadero esfuerzo, a las grandes hazañas, el cual no es capaz de comprometerse, sacrificarse, luchar por las verdaderas causas. Es neutro, anónimo, indiferente e inmoral.
Pero, me pregunto ¿cuál son las causas de la desidia moral de los hombres de hoy en día?. Ortega lo explicó como causa del desarrollo vivido en los siglos inmediatos al xx y que habían facilitado la vida espectacularmente gracias a los avances de la técnica y el sistema capitalista. Obtener todo lo deseado, todas las comodidades, el desarrollo multilateral de las facetas de la vida. Ello produce que el nivel de vida, de una gran mayoría de la población que antes estaba relegada a la más absoluta exclusión social, acceda a una equiparación, convirtiéndose en la clase media. Lo que llamo la rebelión de las masas. El hombre actual no ha luchado para obtener dicha prosperidad, le ha venido concedida por logros de hombres que verdaderamente sufrieron, se esforzaron y lucharon para obtener el avance de aquellos años, y que hoy en día no valoramos. Tenemos derecho a todo, pero deber a nada.
Creo que Ortega descubrió algo tan latente que si "La rebelión de las masas" no tuviera referencias históricas,su lectura, podría ser adscrita al presente.
Lo hemos resaltado en varias ocasiones, la humanidad está deshumanizada, no hay rumbo trazado, el hombre como individuo es una náufrago, no tiene esperanzas que alcanzar. Vivimos por y para el presente, cuando cualquier nación debe existir por un futuro.
Pero me gustaría lanzar una reflexión que une el pensamiento de Ortega con el pensamiento de Marx.
Marx, como es sabido por todos, inicia su tesis, exponiendo como la inversión capitalista primitiva, se revierte como plusvalía, gracias, al sobretrabajo del proletariado. Dicha plusvalía es reinvertida, propiciando la teoría de la acumulación del capital. A medida que ésta crece, el capitalista aumenta sus medios de producción. La introducción del maquinismo fomenta la reducción de la necesidad de mano de obra cualificada, aumentando la plusvalía nuevamente. Ese excedente de obreros, lo que llama el ejercito numerario, es una proporción de trabajadores permanentemente en situación de desempleo estructural, que el sistema fomenta para poder tener un ejercito de obreros dispuestos a trabajar en cualquier momento, pudiéndose así prescindir de la mano de obra en cualquier momento. Si a esto se une que el sistema capitalista destruye el sistema artesanal reduciendo al antiguo artesano en un mero obrero especializado dentro de una cadena de montaje, el círculo está totalmente cerrado.
En el momento de proclamar estas ideas Marx, el hombre del siglo XIX, si se planteaba revoluciones verdaderas y luchar por una serie de valores superiores.
Ahora bien, si relacionamos el pensamiento de Ortega y de Marx, entenderéis la conexión trascendente que observó en ambos pensamientos. Muy sencillo, durante la revolución industrial, la técnica avanza, al igual que el crédito, a una velocidad sónica, favoreciendo el crecimiento del capitalismo, y de la apabullante burguesía liberal. Pero los derechos de los trabajadores disminuían al mismo tiempo que sus salarios, y sus deberes aumentaban al mismo tiempo que su jornada laboral.
Dicho crecimiento tenía un inconveniente, ¿quién podía absorber el aumento productivo, cuyas cifras hasta entonces no eran conocidas. ¿La burguesía?, sería el caso si no fuese por ser una minoría, ¿la aristocracia?, más de lo mismo. La única masa ingente de potenciales consumidores era el mismo proletariado. Relegado a la más baja de las clases sociales, especializado de manera que no servía para otra tarea, explotado para alimentar los cachorros del capitalista burgués mientras los suyos propios eran utilizados como mano de obra más barata que sus progenitores. Clase social, o deberíamos decir, esclavos sociales, a punto de iniciar revueltas populares por toda Europa. Ya lo menciona Maquiavelo en El Príncipe, un buen príncipe debe ser firme, autoritario pero debe tener el amor de su pueblo, para ello no debe tocar sus constumbres ni los tributos, ni ser en exceso cruel. Podríamos afirmar ¿qué el capitalismo era en exceso cruel?. Por ello, la burguesía, clase revolucionaría, sin precedentes en la historia, a la par que avispada, introduce el Liberalismo, un hombre un voto. La rebelión de las masas, es decir, los hombres que hasta aquel entonces sufrían para subsistir, empiezan a emerger. La población europea pasa de ser 180 millones de habitantes a 400 millones. ¿Cómo sino se hubieran sostenido, dichos niveles imperiales de demanda necesaria del mercado?. El capitalismo, paradójicamente tuvo que buscar solución al problema. Por supuesto, a su medida. El ejercito de esclavos incrementaba las plusvalías de manera ingente, pero al mismo tiempo la revolución industrial no encontraría consumidores para absorber dicha oferta. Al invento se le adorna, con el liberalismo político, que debiendo ser la mayor expresión de libertad del individuo, se convierte en la mayor falacia del sistema, como no auspiciada por el Estado.
Como ya hemos comentado, al pueblo hay que hacerlo creer en algo, y cuando deje de creer obligarlo por la fuerza, comentaba Maquiavelo.
Con ello tendremos la conexión, el hombre-masa de Ortega es causa no casual sino producto intencionado del capitalismo y su burguesía descrito por Marx. Es decir, no fue producto de la situación de progreso, la neutralidad del individuo, sino que es provocada una vez más por el gran maestro de ceremonia, de manera intencionada. El bienestar social, o bientener, son los somníferos que el monstruo suministra al hombre de nuestros días para que asista impasible, impertérrito al genocidio de nuestro planeta.
Toda esto, a alguno de vosotros, os puede parecer palabrería populista o quijotesca, pero dichas teorías son cada día más validas que entonces, lo que Ortega pudo vaticinar hace 79 años, fue el inicio, la punta del iceberg que es hoy.
No creo que si pudiera ver el desarrollo del curso de los tiempos, hubiera creído capaz al hombre de su nihilismo moral.
Ahora te pregunto, ¿perteneces al hombre-masa o tienes inquietudes en tu interior que te gritan auxilio?
Si eres de los primeros, seguramente, nos has tenido ocasión de finalizar este artículo, y consecuencia lógica, de cuestionarte tu naturaleza. Pero si súbitamente, algo de lo leído, te provoca algún impulso, no lo retengas, no intentes no oírlo, no mires a otro lado, porque solo aquellos que aún son capaces de tener dicho sentimiento, pueden y deben alzar sus voces, para liderar el cambio.

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